miércoles, 27 de julio de 2016

Historia aérea (I)

Un gigante de los cielos en la bahía

En esta nueva serie de artículos voy a contar pequeñas historias relacionadas con la aviación que han tenido lugar en Santander y que son poco, o nada, conocidas. Como siempre, espero que os gusten.

Todos sabemos que la bahía de Santander ha sido, y es, escenario de acontecimientos de lo más diverso: regatas, exibiciones, travesías a nado, etc. Pues bien, buscando imágenes para documentar artículos, he encontrado una muy peculiar e interesante, especialmente para los aficionados a la aviación, sobre un acontecimiento muy poco conocido que tuvo lugar el 20 de noviembre de 1930 en la bahía.

Ese día amerizó en la bahía de Santander el avión más grande, pesado y potente construido hasta entonces: el Dornier DO-X. Se trataba de un hidroavión construido en Suiza por la empresa alemana Dornier Flugzeugwerke. Medía 40,10 m de largo, 10,10 m de altura y su envergadura era de 48 m. Tenía doce motores de 610 CV cada uno, capacidad para hasta 100 pasajeros en vuelos transoceánicos, una tripulación de 14 personas y tres cubiertas, entre otras características. Estaba considerado como un transatlántico volador ya que tenía literas, cabinas dormitorio individuales, sala de fumadores, salón, cuarto de baño y cocina, algo nunca visto entonces en un avión.

Hidroavión Dornier DO-X
(La foto no está tomada en Santander)

La escala en Santander tuvo lugar durante el viaje inaugural del avión. El avión despegó del lago Constanza, en Alemania, y su destino era Nueva York. Tenía previsto hacer escalas en Amsterdam, Calshot (Reino Unido), La Coruña, Lisboa, Las Palmas de Gran Canaria, Cabo Verde, Natal (Brasil), Río de Janeiro, Las Antillas, Miami y Nueva York. Cuando volaba a la altura de Cabo Mayor, debido al mal tiempo dio la vuelta y la tripulación comunicó por radio que pasarían la noche en Santander. Sobre las dos de la tarde amerizó en la bahía, causando gran sorpresa y admiración debido a su repentina aparición y a su enorme tamaño. Al día siguiente despegó rumbo a La Coruña.

El hidroavión Dornier DO-X sobrevolando los Jardines de Pereda

En la foto superior se puede ver el avión sobre los Jardines de Pereda, con la fuente de "los meones" en primer plano. A la derecha, sobre los árboles, se puede ver la torre de la Estación de la Costa. La foto es muy pequeña y su calidad no es muy buena, pero aún así he considerado interesante su publicación.

Debido a diversos incidentes y averías durante el viaje, alguna de las cuales le retrasó varios meses, el avión llegó a su destino en agosto de 1931. En EE.UU. estuvo varios meses siendo reparado y exhibido, hasta que volvió a Alemania en mayo de 1932. Allí fue transferido a la compañía Lufthansa, con la que hizo algunos vuelos hasta 1934, año en el que fue retirado del servicio y donado al Museo de la Aviación Alemana de Berlín. Fue destruido en un bombardeo aliado sobre Berlín en la Segunda Guerra Mundial.


Hidroaviones en la bahía

Como se puede ver en la foto superior, el Dornier no ha sido el único hidroavión que ha amerizado en la bahía de Santander. Los únicos hidroaviones que pueden verse en la actualidad en la bahía son, de forma ocasional, los empleados en la lucha contra los incendios forestales cuando cargan agua en sus depósitos.

Se puede encontrar más información en:

Historia aérea (II). Escala en Santander


jueves, 14 de julio de 2016

Escaleras al cielo (VI)

Repasando artículos anteriores, en la serie dedicada a las escaleras que podemos encontrarnos en Santander, dediqué un artículo a las que hay en el entorno de la calle del Río de la Pila. Pues bien, me he dado cuenta de que no hablé de las escaleras que forman el tramo final de la calle.



Las escaleras están divididas en dos tramos y parten de la calle San Sebastián, justo frente a la parada del funicular, y terminan en la calle Prado de San Roque.

Si vamos hacia el este, en la calle Santa Teresa de Jesús nos encontramos con un largo tramo de escaleras que comunica ésta con las calles Macías Picavea y Miralmar.

 

martes, 5 de julio de 2016

La lucha entre las pueblas

Transcurría el siglo XV bajo el reinado de Enrique IV de Castilla (1425-1474), de la Casa de Trastámara, en un ambiente nada pacífico por las luchas entre los nobles y los reinos de Castilla, Aragón, Navarra y Portugal, cuando en 1462 nace Juana (1462-1530), fruto del matrimonio del rey con su segunda mujer Juana de Portugal (1439-1475). Juana, llamada la Beltraneja por decirse que era hija del noble Beltrán de la Cueva, fue jurada como Princesa de Asturias. Esto provocó un grave conflicto con la nobleza por la sucesión en el que Juan Pacheco, Marqués de Villena, y su hermano Pedro Girón, Maestre de Calatrava, fueron apartados del poder en favor de Beltrán de la Cueva, a quien el Rey nombró valido suyo.

Sello real de Enrique IV

Esto provoco una serie de luchas entre nobles partidarios y detractores del Rey. En esta guerra la Casa de Mendoza se posicionó a favor del Rey. Como recompensa a su lealtad el Rey, entre otras dádivas, cedió a Diego Hurtado de Mendoza (1417-1479), segundo Marqués de Santillana, la villa de Santander en 1466.

Esto no sentó nada bien a los habitantes de la villa, que preferían la autoridad del Rey a la de los señores, por lo que no aceptaron someterse al Marqués de Santillana, su nuevo señor. Éste, al ver la resistencia de los santanderinos, hizo venir a sus fuerzas y las puso al mando de Ladrón de Guevara, señor de Escalante. Además, nombró a Juan de Gauna, merino de Santillana, y al corregidor García López de Burgos encargados de hacer cumplir lo dispuesto por el Rey.
 
Sin embargo, Santander decidió resistir. La villa estaba amurallada y antes de vencer la fortaleza de las murallas, el Marqués de Santillana venció la resistencia de tres hidalgos de la Puebla Vieja. Fernando Fernández de Alvarado, Juan Gutiérrez de Alvear y Gonzalo de Solórzano cedieron a las promesas del Marqués y una noche abrieron la puerta de la muralla de la Rúa Mayor, por donde entraron las tropas del Marqués, que se apoderaron de la Puebla Vieja, la abadía y el castillo.

Diego Hurtado de Mendoza, segundo Marqués de Santillana

Sorprendidos por la traición los leales al Rey se refugiaron en la Puebla Nueva al tiempo que enviaban mensajeros por la costa y los valles cercanos para que contaran lo que sucedía en la villa. Los pueblos vecinos respondieron a la llamada ya que también temían perder sus fueros y libertades bajo la tiranía feudal del Marqués y sus aliados. La llegada de la ayuda permitió a la Puebla Nueva resistir los ataques de los que habían logrado introducirse en la misma. Tenían lugar recios y enconados combates a diario en los que morían combatientes de ambos bandos: hidalgos, burgueses..., entre ellos Fernando de Escalante. El puente de madera que cruzaba la ría de Becedo, cerca de las Atarazanas Reales, fue escenario de muchos de estos combates y los cuerpos de los muertos caían a la ría, cuyas aguas acabaron teñidas de rojo.

Al cabo de unos días las fuerzas del Marqués habían disminuido notablemente al no haber recibido refuerzos. Esto permitió que los santanderinos los cercaran. Al verse cercados, acordaron una tregua de sesenta días, durante los cuales la Puebla Vieja estaría en manos de Ladrón de Guevara y si en ese tiempo no recibían apoyo del Marqués les sería entregada a los vecinos de la villa.

Éstos aprovecharon la tregua para enviar barcos a solicitar aliados y recursos. Al cabo de unos días llegaron refuerzos por mar desde Trasmiera y Vizcaya al mando de Juan Alonso de Muxica y de Buytron, señor de Aramayona, antiguo aliado de los montañeses. También vinieron en ayuda de la villa Gonzalo de Salazar con sus solariegos de Somorrostro y Juan de Agüero con sus correspondientes fuerzas. Con todos estos refuerzos la Puebla Nueva acabó teniendo unos tres mil hombres escogidos y bien armados.

Por su parte, los refuerzos del Marqués venían al mando del Conde de Saldaña, pero a la altura de la puente de Arce se arredraron y detuvieron. Mientras tanto, la tregua estaba a punto de expirar. Sin esperar a que esto ocurriera, los de la villa atacaron con todas sus fuerzas la Puebla Vieja, ocupándola y recuperando la abadía y el castillo. También quemaron y destruyeron las casas de los traidores.

Al enterarse el Rey de la resistencia de la villa, revocó su decisión y premió la lealtad de los habitantes de Santander titulando a la villa como "noble y leal". Para ello expidió un Privilegio el 8 de mayo de 1467 en los siguientes términos:

"Aceptando la mucha lealtad y fidelidad en que me habéis servido especialmente después que los movimientos presentes se comenzaron en mis reynos, é los muchos servicios que habéis hecho a los reyes mis antecesores, tengo por bien que esa villa se intitule Noble y Leal".

Estos fueron los primeros títulos que ha recibido Santander a lo largo de su historia y que forman parte del lema de la ciudad, que figura en su escudo.



Escudo de Santander del siglo XVI en el monumento a la Reconquista de Sevilla situado en Cuatro Caminos