jueves, 30 de octubre de 2014

El vapor Cabo Machichaco (II)

Monumento en recuerdo de las víctimas (1897)

Para que no hubiera más víctimas ni más riesgos para la población, el Gobierno decidió eliminar definitivamente los restos de dinamita que pudieran quedar aún en los restos del barco, decidiendo para ello volar los mismos. El día 27 de marzo de 1894 llegó a Santander un equipo de artificieros a bordo del cañonero Cóndor para realizar la voladura. El día 30, con la pleamar de la mañana se realizan las primeras descargas, y al día siguiente las dos últimas. Tras las posteriores inspecciones, la Junta Técnica consideró que ya no había peligro alguno y autorizó la extracción de los restos del barco, trabajos que tuvieron lugar en 1895.

Artículo publicado en el diario Alerta el 9 de abril de 1947

En 1947, 54 años después de la primera explosión, durante los trabajos de dragado para la construcción del Muelle de Bloques, las dragas tropezaron con un obstáculo que les impedía seguir. Una vez que las grúas lo extrajeron se comprobó que era parte de la quilla y de la proa del Cabo Machichaco. Todo ello en muy buen estado de conservación. Estos restos quedaron expuestos en el muelle pero nadie mostró el más mínimo interés en ellos. Santander quería olvidar la tragedia.


Monumento en recuerdo de las víctimas

Para recordar a las víctimas de la tragedia en 1896 se erigió un monumento frente al lugar donde estaba atracado el barco. Diseñado por el arquitecto municipal Valentín Lavín Casalís, consiste en una cruz de piedra sobre un pedestal piramidal. En el brazo horizontal tiene, en letras de bronce, las fechas de las dos explosiones. Bajo la cruz hay una figura en bronce, obra del escultor Folgueras Doiztúa, de una mujer doliente que representa a Santander y que con la mano izquierda sostiene una corona de flores.

Monumento en recuerdo a las víctimas en el cementerio de Ciriego

En el cementerio de Ciriego también hay un monumento a las víctimas de la tragedia, realizado por A. García Cabezas, consistente en una columna truncada y un féretro cubierto por un manto pétreo.

Todos los años, el día 3 de noviembre, la Corporación Municipal rinde un homenaje a las víctimas de la tragedia  consistente en un breve responso y una ofrenda floral en el monumento.

La tragedia de la explosión del vapor Cabo Machichaco es narrada de forma magistral por José María de Pereda en su conocida obra "Pachín González" (1896).


El vapor Cabo Machichaco (I)


martes, 28 de octubre de 2014

El vapor Cabo Machichaco (I)

Después de pasar el preceptivo período de cuarentena en la isla de Pedrosa, el vapor Cabo Machichaco, construido en 1882 en Newcastle, con matrícula de Sevilla y propiedad de la naviera Ybarra, atracó en el muelle 2 de Maliaño la soleada mañana del 3 de noviembre de 1893. Transportaba en sus bodegas raíles y otros productos siderúrgicos, harina, fardos de papel, madera y varias garrafas de ácido sulfúrico, entre otras mercancías.

Cuando a media mañana empezó la descarga del barco, la actividad en los muelles era frenética: grúas en movimiento, vagones y carros llevando mercancías de un lado a otro, estibadores acarreando sacos... Pasaba la una y media de la tarde cuando en los despachos de las autoridades se recibió el aviso de que había un incendio en el Cabo Machichaco. Al parecer, una de las garrafas de ácido sulfúrico había explotado y empezado a arder en la bodega de proa, extendiéndose el fuego rápidamente al resto de mercancías.



 El vapor Cabo Machichaco ardiendo

Un barco ardiendo en el puerto era un espectáculo que no se vía todos los días, por lo que enseguida se congregó una multitud de curiosos a verlo. El incendio se intentó apagar con los medios disponibles a bordo del propio Cabo Machichaco y con la ayuda de los bomberos. También colaboraron varios miembros de las tripulaciones de los barcos que en ese momento se hallaban en el puerto: los transatlánticos Alfonso XIII, que había llegado el día anterior procedente de Cuba, y Catalina y los mercantes Galindo (francés) y Eden (inglés). Las autoridades, que se encontraban a bordo del Cabo Machichaco, ordenaron a las tripulaciones del vapor auxiliar Nº 5 y del gánguil Santander colaborar en las tareas de extinción. Dada la dimensión del incendio, la muchedumbre que contemplaba el espectáculo era cada vez mayor, llegándose a congregar más de tres mil personas en el muelle y sus alrededores. También había gran multitud de curiosos en las machinas, subidos a las grúas y en los balcones y miradores de las casas de la calle Méndez Núñez.

Curiosos contemplando las labores de extinción del fuego a bordo del barco

Cerca de las cuatro de la tarde, con el incendio aún sin dominar, se supo que en el barco había más de mil cajas de dinamita que no habían sido declaradas y no constaban en el conocimiento del embarque. Al correrse la voz, muchos salieron corriendo, pero, al ver que las autoridades seguían a bordo del barco, decidieron volver. Al ver que los trabajos de extinción eran ineficaces, se ordenó abrir agujeros por debajo de la línea de flotación para hundir el barco.

Grabado que recoge el momento de la explosión

A las cinco menos cuarto de la tarde se produjo una tremenda explosión, descrita por algunos como "un trueno apocalíptico que ensordeció a la multitud", y a continuación una lluvia torrencial de hierros candentes. La explosión produjo una tromba de agua de miles de toneladas que arrastró a muchas personas al mar, de las que muchas lograron sobrevivir. Cuerpos humanos destrozados y todo tipo de escombros (cadenas, planchas, anclas...) fueron proyectados en todas las direcciones. La carga de una bodega cayó sobre la muchedumbre que estaba en la carretera de Maliaño, junto al muelle. Un calabrote llegó a Peñacastillo, donde mató a una persona, y otro hasta el Semáforo, situado en La Magdalena. En el tejado de un almacén de maderas situado a dos kilómetros aparecieron dos piernas.

La fatalidad y la casualidad quisieron que en aquel momento saliera de la estación el tren de Solares, sobre el que cayó una buena parte de los restos del barco, causando numerosas víctimas. Todos los que estaban a bordo del Cabo Machichaco en el momento de la explosión desaparecieron, incluidas la mayor parte de las autoridades de Santander (el bastón del Gobernador Civil apareció en la playa de San Martín) y 32 tripulantes del Alfonso XIII, entre ellos su capitán, Francisco Jaureguízar. También hubo que lamentar la pérdida de la mayoría de los bomberos con que contaba la ciudad, de todos sus superiores y de todo su equipo contra incendios.

Cuando la dinamita se moja exuda y produce nitroglicerina, que es muy inestable, y se cree que las vibraciones producidas al hacer los agujeros para hundir el barco fueron las que hicieron estallar la nitroglicerina.



La calle Méndez Núñez en llamas y en ruinas

Varias casas de la calle Méndez Núñez se vinieron abajo por efecto de la onda expansiva y empezaron a arder numerosas casas de las calles Méndez Núñez y Calderón de la Barca, así como el Depósito de Tabacos, la Audiencia, el Convento de San Francisco y un largo número de edificios de la ciudad. En total ardieron 60 edificios y resultaron gravemente dañados otros 86. Como en la explosión murieron prácticamente todos los bomberos de la ciudad y todo su material quedó destruido, hasta pasado más de un día no se pudo atacar debidamente el fuego, cuando llegó ayuda de la provincia y de provincias limítrofes. Los incendios se apagarían definitivamente el día 11 de noviembre.

Un periodista de la época escribió: "Tres minutos después del muelle de Maliaño habían desaparecido todas las personas que pudieron huir; en aquel sitio, encenagados, hundidos entre la basa que allí cayó al estallido de la dinamita, había cientos de cuerpos humanos horriblemente mutilados casi todos. Algunos, aún con vida, lanzaban desgarradores alaridos, y otros agonizaban. Quien no vio aquella planicie de Maliaño cubierta de cadáveres, no podrá nunca formarse idea de lo que ocurrió el viernes en este pueblo".

Por la noche, la escena era aún más dantesca al resplandor de las llamas de las casas que ardían. La gente buscaba a sus familiares desaparecidos entre gritos de angustia y dolor. Sin descanso, centenares de carromatos llevaban una macabra carga de cuerpos destrozados a la Casa de Socorro y al Hospital de San Rafael.

Traslado de heridos al hospital según un grabado de la época

Una vez más, los santanderinos demostraron su solidaridad. Supervivientes y demás vecinos de la ciudad acudieron a prestar su ayuda para transportar heridos y recoger cadáveres. El resultado de la explosión fue de 590 muertos y 2.000 heridos.



Restos del barco después de la explosión

Al día siguiente de la explosión se supo que aún quedaban unas 500 cajas de dinamita intactas en la bodega de popa, lo que causó mucha preocupación entre la población, por lo que se iniciaron los trabajos de extracción, que se suspendieron en febrero de 1894. Durante ese tiempo se extrajeron un buen número de cajas y más de 1.000 kilos de nitroglicerina líquida, extraída con una bomba.

Grabado que recoge los trabajos de recuperación de la dinamita que quedaba en el barco

A las nueve y cuarto de la mañana del 21 de marzo de 1894 se cumplieron los peores temores de los vecinos: se produjo una segunda explosión. Se cree que fue provocada por la lámpara de un buzo. Esta explosión hizo volar la popa del barco en una longitud de unos 10 metros, quedando sobre el fango del fondo un gran amasijo de hierros, los restos de la sala de máquinas y de la carga que aún quedaba en la bodega.

En esta segunda explosión murieron 15 personas y resultaron heridas otras 7, todas ellas operarios de la Junta de Obras del Puerto.


El vapor Cabo Machichaco (II)

miércoles, 22 de octubre de 2014

El incendio de Santander (VII)

Repercusión






El incendio de Santander fue un suceso que tuvo una gran repercusión en los medios de comunicación de la época, fundamentalmente en los españoles, ya que la prensa internacional, al estar Europa, el norte de África y otras regiones del mundo en guerra, informaba sobre el desarrollo de la misma.

En las imágenes superiores se pueden ver las portadas de algunos periódicos y revistas de la época informando sobre Santander.


Bibliografía

Para la realización de estos artículos sobre el incendio de Santander he utilizado la siguiente bibliografía:
  • Santander. Biografía de una ciudad. José Simón Cabarga. Centro de Estudios Montañeses (1954).
  • Santander en la historia de sus calles. José Simón Cabarga. Ediciones Estvdio (2001).
  • Calles del viejo Santander. Jesús del Campo Zabaleta, "El Machinero". Ediciones Estvdio (1999).
  • Febrero 1941. El incendio de Santander. José Luis Casado Soto. Editorial "Cantabria en Imagen" (2001).
  • Nueva Enciclopedia del Mundo. Ediciones Durvan (1989).
  • Hemerotecas de los diarios ABC y La Vanguardia.
  • Testimonios personales.



martes, 21 de octubre de 2014

El incendio de Santander (VI)

La reconstrucción (II)



El alcalde, el gobernador civil y el Estado tuvieron que adoptar decisiones transcendentes para la ciudad, como mantener o no el relieve anterior del terreno y el trazado de las calles. Los responsables de la reconstrucción se decantaron por expropiar todo al área siniestrada, ya que su urbanismo (calles estrechas de trazado y origen medieval, edificios por doquier, etc.) incumplía muchas normas de urbanismo y salubridad. Para hacer frente a las expropiaciones y a la planificación, se crearon la Junta de Reconstrucción y el Tribunal Arbitral de Seguros, que obligó a las compañías aseguradoras a pagar las pólizas, pues éstas pretendían eximirse del pago. El 3 de septiembre el Ayuntamiento pudo empezar a expropiar las fincas de la zona siniestrada y concertar un crédito con el Instituto de Crédito para la Reconstrucción Nacional para pagar a los expropiados. Las expropiaciones costaron unos 20 millones de pesetas.

La Dirección General de Arquitectura fue la responsable de la nueva planificación de la ciudad. Optó por un desmonte de toda la zona afectada y tuvo dos objetivos básicos: hacer un trazado llano, eliminando cuestas, y facilitar la comunicación del centro de la ciudad con la zona marítima, para lo que había que eliminar el cerro de Somorrostro. El acceso al puerto se completó con la apertura del Pasaje de Peña, que atraviesa lo que quedó del cerro. Según cálculo de la época, el desmonte del cerro supuso remover unos 300.000 metros cúbicos de tierra que se emplearon en la construcción de la explanada de El Camello. A su vez, el desescombro supuso el traslado de 150.000 metros cúbicos de cascotes. 



Las fotos superiores permiten ver cómo quedó la zona siniestrada tras hacerse el desescombro y el desmonte. El edificio que se ve a la izquierda de la primera foto fue el único que se salvó ya que era de reciente construcción y su estructura ya era de hormigón, en lugar de madera, y hierro. Por ese motivo, la gente le llamó "la diosa del fuego".

El primer edificio construido fue el de "La Polar", llamado así por la compañía de seguros que lo construyó. Está situado en la esquina de la avenida de Calvo Sotelo con la calle Del Puente. La construcción de los nuevos edificios, ya con estructura de hormigón, se aceleró a partir de 1945 debido a que se podía disponer de materiales de construcción pese al bloqueo internacional. En el nuevo trazado de las antiguas calles de Atarazanas, Colón y La Ribera, ahora unificadas en la nueva avenida de Calvo Sotelo, es donde más edificios, y de mayor porte, se construyeron al ser el nuevo eje principal de la ciudad. Se decidió hacer una gran plaza que concentrara los principales centros oficiales, resultando de ello la plaza de Velarde. A un lado se instalaron el Gobierno Civil, el Gobierno Militar y el Ateneo, y al otro lado se instalaron Hacienda y la Cámara de Comercio. Aunque en un principio estaba previsto que el Ayuntamiento se instalara al fondo de la misma, éste cedió dicho espacio a la Caja de Ahorros.


La primera foto superior muestra los trabajos de desmonte del cerro de Somorrostro, necesarios para poder prolongar las calles Lealtad e Isabel II y comunicar así el centro con la zona marítima. En la segunda foto se ve el desmonte realizado para poder crear las nuevas calles Juan de Herrera, San Francisco y la plaza de Velarde.

Por lo que a la población respecta, mientras que los pisos y locales de los nuevos edificios del centro fueron ocupados por los más pudientes, por despachos profesionales y oficinas públicas, etc., debido, entre otras cosas, a los altos precios y alquileres, las clases más modestas fueron repartidas por distintas zonas de la ciudad, siendo los más humildes los que más lejos fueron realojados. Las primeras viviendas que se construyeron fueron el grupo "Santos Mártires", entre las calles Los Acebedos y Vía Cornelia. En 1943 empezó a construirse el poblado "Sotileza", el Barrio Pesquero, al extremo de los muelles de Maliaño. También se construyeron las viviendas para militares de la calle San José y el barrio "Sixto Obrador" para los empleados de RENFE en Cajo. Gracias a la Suscripción Nacional el Ayuntamiento construyó el poblado "Carlos Ruiz García" en Campogiro. Con cargo al Estado se levantó el grupo "Canda Landáburu" en La Albericia (más conocido como las "casucas", en el barrio de Lavapiés). La Obra Sindical del Hogar construyó los grupos "José María de Pereda", entre las calles San Celedonio y Vista Alegre, "Pero Niño", en la calle Guevara, "Pedro Velarde", en la calle Jerónimo Sainz de la Maza, y "Jacobo Roldán Losada", en la Quinta Porrúa, en el paseo del General Dávila. Las tareas de reconstrucción se dieron oficialmente por finalizadas a finales de los años cincuenta.



La primera foto muestra la construcción del edificio de "La Equitativa", en la esquina de la plaza de Atarazanas y la avenida de Calvo Sotelo. En la segunda foto se puede ver el trazado de la nueva calle Juan de Herrera, los trabajos de reconstrucción de la iglesia de La Compañía y cómo aún no se había realizado todo el desmonte. Incluso aún se pueden ver los restos de la Casona de Villatorre, a la izquierda de la foto.




Las fotos superiores muestran tres momentos de la restauración de la Catedral.





En 1989 se inauguró un monumento a la reconstrucción de Santander esculpido por el escultor José Cobo Calderón. Primero estuvo en la rotonda situada junto al Hotel Bahía pero actualmente, debido a la transformación que ha sufrido esa zona de la ciudad, está integrado en la plaza de Farolas, lo que le hace más accesible. Está formado por dos elementos diferenciados: por un lado, un grupo de figuras de bronce aisladas, pero que comparten un espacio, y que constituyen un homenaje al hombre actual frente al poder de la naturaleza; y por otro lado, un gran bloque de mármol blanco con seis figuras que representan el renacimiento, la reconstrucción.



El incendio de Santander (VII). Repercusión



jueves, 16 de octubre de 2014

El incendio de Santander (V)

La reconstrucción (I)



En la tarde del lunes 17, el alcalde de Santander, Emilio Pino, propuso construir, en los espacios disponibles del centro, barracones provisionales en los que pudieran instalarse todos aquellos comerciantes que hubieran perdido su negocio en el incendio. Una semana después se iniciaron las obras de dichos barracones. Eran construcciones sencillas, por lo general de una planta, con almacén y servicio en la trastienda. Estaban construidos en ladrillo revocado y con tejado de uralita o tejas y todos contaban con suministro eléctrico y ventanas que hacían las veces de escaparates. Los comerciantes pronto empezaron a decorarlos con los rótulos de sus negocios.

En menos de dos semanas se presentaron en el Ayuntamiento más de 250 solicitudes de apertura. Los barracones eran asignados por la Junta de Socorro, constituida a raíz del siniestro. En la recién bautizada plaza de José Antonio Primo de Rivera (actual plaza de Pombo) se construyeron tres largos pabellones en los que se abrieron 52 comercios, cada uno de los cuales tenía cuatro metros de fachada y once de fondo. Se construyeron más en la plaza del Príncipe, y en la calle Obispo Plaza García se construyeron seis de mayor tamaño. En la calle Jesús de Monasterio, en el solar del Pabellón Narbón se construyeron 16 más, y en la Alameda Primera se situaron unos cuantos alineados hasta el inicio de la calle Burgos (como se puede ver en la primera foto superior). Se construyeron más al costado del Ayuntamiento, en el solar en el que estuvo el Convento de San Francisco, y en los Jardines de Pereda (segunda foto superior).



Al mismo tiempo empezaron a realizarse las labores de demolición controlada de los restos que quedaban en pie. Gran parte de dicha labor la realizó del Regimiento de Ingenieros de San Sebastián. Para dar suministro eléctrico a la ciudad se instalaron grupos electrógenos, así como teléfonos en tiendas de campaña. Se movilizaron todos aquellos medios que pudieran servir para el transporte de escombros (burros con cestos, carros de caballos, camiones, etc.), ya que el desescombro era urgente y era el paso previo para el nuevo planteamiento parcelario de la ciudad y para la reutilización de todos aquellos materiales que pudieran emplearse en la construcción de los nuevos edificios (ladrillos, piedras, etc.). El jueves 20 se publicaron las normas según las cuales los propietarios y vecinos de los edificios siniestrados podían proceder al desescombro de los mismos.

En la primera foto superior se puede ver el derribo de una fachada en la calle Lealtad, y en la segunda foto se pueden ver labores de desescombro en la calle Cádiz.

Pese a estar recién salida de una guerra, España entera se volcó en el auxilio a Santander, enviando pan, comida y ropa, siendo este esfuerzo completado con una Suscripción Nacional para recaudar fondos. También se volcaron en la ayuda los montañeses y demás españoles establecidos en América.



En la primera foto se ve a un grupo de bomberos accediendo a la plaza Vieja desde La Ribera, mientras que en la segunda se puede ver a un grupo de soldados realizando tareas de desescombro.



miércoles, 15 de octubre de 2014

El incendio de Santander (IV)

Las consecuencias


Una vez apagadas las llamas, se procedió a valorar las pérdidas y los daños sufridos. Según las cifras oficiales que se hicieron públicas fueron estos:

  • 377 edificios particulares.
  • 2 edificios oficiales.
  • 6 iglesias y conventos.
  • 1.783 viviendas.
  • 508 comercios.
  • 155 hoteles, pensiones y bares.
  • 21 clínicas.
  • 9 imprentas.
  • 3 periódicos.

La zona histórica de la ciudad quedó totalmente destruida, viéndose afectadas 37 calles de las más antiguas de la ciudad que abarcaban una superficie de 14 hectáreas. El valor material de las pérdidas sufridas ascendió a más de 85 millones de pesetas de entonces. Más de diez mil personas (un 10% de la población) perdieron su hogar y unas siete mil perdieron, además, su trabajo. Pese a la magnitud de la catástrofe, sólo hubo que lamentar una víctima mortal: Julián Sánchez García, un bombero de Madrid, como consecuencia de las heridas ocasionadas por el derrumbe de una fachada de la calle Atarazanas. Falleció en Valdecilla a principios de marzo y todo Santander, sobrecogido, acompañó su cadáver a la Estación del Norte. Además hubo 115 heridos y unas mil personas tuvieron que ser atendidas por conjuntivitis en la Casa de Socorro y en Valdecilla.

El haber salido de una guerra, la situación política, social y económica, el estricto orden público de la época en España y el que Europa estuviera en guerra provocaron que la gente no se entregara al saqueo ni a la desesperación, ni siquiera a manifestar dolor; por el contrario, mostraba un talante silente y patético.

A medida que el fuego iba avanzando, las calles se llenaron de gentes obligadas a abandonar sus hogares con las pocas pertenencias que podían coger y que, según en qué dirección avanzara el fuego llevado por el viento, se refugiaban en calles cada vez más alejadas de sus hogares. Algunas fueron acogidas en casas de familiares o amigos, mientras que las más afortunadas pudieron volver a sus casas salvadas por los cortafuegos y el agua. Quienes no pudieron, fueron trasladados a cines, colegios, hoteles, etc., fuera de la zona siniestrada. Muchos fueron trasladados a El Sardinero, a las Caballerizas de La Magdalena, al Gran Casino y a los hoteles de la zona.



En la foto que abre este artículo se puede ver la plaza de los Remedios llena de refugiados. En la primera foto superior se ve a una familia con los enseres que pudieron salvar, y en la segunda foto se ve a otra familia refugiada en el Gran Casino de El Sardinero.

Como el viento había dejado sin tejado a muchos edificios, tirado chimeneas y dejado al descubierto estructuras de madera, como medida de seguridad se prohibió encender las cocinas a los vecinos de toda la ciudad. También, la Dirección General de Seguridad anuló los salvoconductos y prohibió a cualquiera ajeno a la ciudad entrar en ella con alimentos y ayuda. Con esto se pretendía que el orden y la disciplina con la que se realizaban los trabajos se vieran perturbados, así como evitar los saqueos y la especulación.

El Gobernador obligó a los propietarios a reparar los tejados, subidas de humos y chimeneas en el plazo de 48 horas, para lo que mandó incautar las tejeras La Covadonga, Trascueto y Agustín García. El jueves 20 llegaron las primeras cocinas de campaña, que distribuyeron las primeras comidas calientes entre los damnificados.



El sábado 22 se restableció el servicio de tranvías entre el Banco de Santander y El Sardinero, se autorizó a los bares a abrir hasta las nueve y media de la noche y los vecinos pudieron transitar por las calles no afectadas hasta las diez. El domingo se abrió al tránsito la calle Atarazanas, quedando comunicadas las dos partes en que la ciudad había quedado dividida. Las cocinas empezaron a poderse encender a partir del día 25.

En las dos fotos superiores puede verse al tranvía circulando por la calle de La Ribera.



Estas fotos muestran la calle Atarazanas y la plaza de Farolas.



lunes, 13 de octubre de 2014

El incendio de Santander (III)

El incendio (III)


En la foto puede verse cómo los bomberos apagan los últimos rescoldos en la plaza de las Escuelas. El martes 18 el gobernador Carlos Ruiz García dio una serie de órdenes sobre la distribución de suministros y alimentos a la población. Ese día también llegó al puerto el crucero Canarias, cuyos reflectores iluminaron la ciudad por la noche hasta que el alumbrado público en las calles pudo ser restituido, ya que el viento y el fuego lo habían destruido. El viento, por fin, cambió de dirección y empezó a llover, lo que permitió limpiar la atmósfera de la ciudad. Aunque el peligro del fuego ya había pasado, el acceso a la zona siniestrada siguió estando prohibido debido al riesgo de derrumbamientos.



En las fotos superiores se puede ver cómo quedaron las calles Francisco de Quevedo y Lealtad. Pese a que el incendio ya se había apagado, en muchos lugares las brasas seguían ardiendo con el consiguiente riesgo de que el incendio se reavivara. Afortunadamente esto no ocurrió y las últimas brasas se apagaron definitivamente quince días después en un edificio de la calle Cuesta.



La primera foto superior muestra el estado en el que quedó la cuesta de Gibaja, mientras que en la foto inferior se puede ver una vista de la ciudad tomada desde la calle Tantín.


Esta impresionante foto permite ver cómo quedaron las calle de La Ribera y Atarazanas.