miércoles, 26 de julio de 2017

Un poco de historia (LXV)

El suministro de agua a Santander (II)

En 1875 el francés M. Petitpierre elaboró un estudio para traer agua a Santander del río Pisueña. El estudio incluía la construcción de dos grandes depósitos de agua, uno en las Calzadas Altas y otro en el Alta. Este estudio calculaba "un caudal de tres mil ochocientos litros en una presión de 143 pies, cantidad suficiente para una población de cincuenta mil habitantes", y tenía un presupuesto de seis millones de reales. Aunque el proyecto de Petitpierre fue mandado ejecutar, al año siguiente se cambia de criterio, ya que la idea era traer el agua del río Pas. El Gobierno manda al ingeniero Ángel Mayo que venga a Santander a comprobar los estudios de Petitpierre. Dos años después, 1877, la prensa inglesa publica el proyecto de traída de aguas a Santander, aprobado por el Gobierno. Sin embargo, el expediente sufrió muchos retrasos.

Los estudios de Ángel Mayo llevaron a Antonio de la Dehesa a formar una empresa que hizo otro proyecto de traída de aguas a Santander desde el río Pisueña. En 1877 se acepta el proyecto y en 1882 se inauguran las obras. El proyecto ascendía a 15.132.311 reales y concedía al Ayuntamiento la captación de las aguas en La Molina, en el valle de Toranzo. Santander, por fin, podía contar ya con un abastecimiento suficiente de agua que se iría incrementando a medida que las necesidades de la población lo requirieran. La empresa estableció su sede en un edificio construido en Pronillo en 1884, donde también construyó un depósito con una capacidad de 16.000 m3 y que aún sigue en uso.


Sede de la traída de aguas a Santander en Pronillo

La inauguración oficial de la traída de aguas a Santander tuvo lugar el 28 de diciembre de 1884. Para conmemorar el acontecimiento se decidió levantar un monumento en la Alameda Segunda consistente en un gran surtidor situado en lo alto de la escalinata ya existente en la Alameda. Dicho surtidor vertía sus aguas por la escalinata y éstas eran recogidas en un estanque. A ambos lados había otros surtidores más pequeños. Además, se celebró una gran fiesta. El monumento y la fuente fueron inaugurados el 25 enero de 1885, a las 12 de la mañana, con la asistencia del alcalde, Martín de Vial, el obispo, Vicente Santiago Sánchez de Castro, y Antonio de la Dehesa.

 Grabado que recoge la inauguración de la traída de aguas a Santander

Una vez concluida la traída de aguas, quedaba la segunda fase: el suministro doméstico. La empresa había establecido algunas fuentes de uso público y gratuito, suprimiendo las fuentes provisionales y las que manaban de forma natural, lo que dio lugar a protestas de los vecinos, sobre todo en los barrios más alejados, ya que se quejaban de las malas condiciones en que dichas fuentes gratuitas se habían instalado y del escaso caudal de agua que proporcionaban, lo que originaba discusiones y riñas entre la gente que hacía cola en dichas fuentes. La empresa tenía que instalar las siguientes fuentes: una de dos grifos en Molnedo, una de dos grifos entre las calles Río de la Pila y San Celedonio, una de un grifo a la entrada de la calle San Sebastián, una de un grifo en el barrio de La Florida, y una de dos grifos en el cruce de las calles De las Ánimas y Calzadas Altas. La empresa calculaba que cada grifo suministraría diariamente un caudal de 2.500 herradas1.

Sin embargo, era tal el descontento en la población por el poco caudal de las fuentes, su escaso número y su ubicación, que en un acta municipal de febrero de 1886 se puede leer: "[...] Como no suministraban el agua necesaria, se dió lugar a la impaciencia de las gentes que necesitaban un largo tiempo para ver una herrada llena, siendo causa este retraso de la aglomeración de gentes en cada fuente de las gratuitas. Todas estas circunstancias dieron lugar a la agitación que empezó a manifestarse en la noche del día 16, en los alrededores del Río de la Pila, y tomó tal incremento que el teniente de alcalde, don Mario López Mazón, acompañado del concejal don Antonio Vázquez, se personaron en aquel sitio, exhortando a las masas a que conservasen una actitud pacífica y respetuosa, pues que, para atender a sus reclamaciones, se pasaba aviso al representante de la empresa para que restableciera inmediatamente la fuente provisional gratuita en el sitio que debía subsistir [...]".

Pero en las dependencias de la empresa no había nadie que pudiera atender las demandas de la gente, cuyas protestas y agitación iban en aumento. Para evitar males mayores, el representante del Ayuntamiento ordenó abrir la antigua fuente del Río de la Pila. El acta municipal continúa diciendo: "[...] Pero enfurecidas las gentes empezaron a destruir la caseta levantada por la empresa para la instalación de la fuente de pago. Generalizado el tumulto y habiéndose dirigido las turbas a los demás sitios en que la empresa tenía establecidas casetas, las autoridades procuraron mantener a aquellas masas tumultuarias, viéndose igualmente el alcalde y concejales luchar a brazo partido para evitar el desorden y atropello, exponiéndose personalmente y de una manera positiva, puesto que algunos fueron lesionados en medio de aquella perturbación que tenía el carácter de un verdadero motín [...]".

Ya entrado el siglo XX se siguieron produciendo manifestaciones y protestas, aunque su intensidad decrecía a medida que la empresa iba extendiendo el servicio por la ciudad gracias a la captación de nuevos manantiales, al tendido de nuevas conducciones y a la llegada del agua a los domicilios. De este modo llegó el momento en que se consideró innecesaria la existencia de fuentes públicas alimentadas por manantiales naturales en la ciudad, por lo que éstas fueron clausuradas. Con ello también desaparecieron las filas de mujeres en las fuentes cargando agua a la voz de "tras de una herrada, un botijo".

En la actualidad, desde el 1 de abril de 2006, el Servicio Municipal de Aguas y Saneamiento de Santander está gestionado íntegramente por la empresa Aqualia. Para el suministro de agua a la ciudad el Servicio cuenta con una red de distribución de unos 350 Km de conducciones de distintos diámetros y materiales y seis depósitos, cinco de ellos están situados en el paseo del General Dávila (Pronillo, MacMahon, La Atalaya, El Avellano y Arna) y el sexto está en Cueto, en la calle Bellavista.

Para escribir estos dos artículos he utilizado como documentación el libro "Santander. Biografía de una ciudad", capítulo X, de José Simón Cabarga. Centro de Estudios Montañeses (1954).


1 La herrada es un cubo de madera, más ancho por la base que por la boca, con grandes aros de hierros o latón.



Un poco de historia (LXVI). Si los muelles hablaran...
Un poco de historia (LXIV). El suministro de agua a Santander (I)



miércoles, 19 de julio de 2017

Un poco de historia (LXIV)

El suministro de agua a Santander (I)


Cuando en el siglo XVIII Santander se convierte en ciudad, dentro de las murallas sólo había una fuente, la de Santa Clara. Fuera de las murallas, en cambio, estaban las fuentes del Río de la Pila, Becedo, o de San Francisco, y el Cubo, aunque más que fuentes eran simples manantiales. En aquel entonces la gente tenía la costumbre de limpiar el pescado y las hortalizas en las fuentes, así como de lavarse los pies, lavar la ropa de los enfermos, dar de beber al ganado y otros actos que obligaron a tomar medidas urgentes para desterrarlos.

En 1757 se pusieron caños a las fuentes del Río de la Pila y de Becedo, y en 1771 se hizo una derivación en la fuente de Santa Clara para instalar otra fuente en la Plaza Vieja, a la que se llamó "La Giralda". El problema del agua potable continuó, y en 1804 se descubre el manantial de Perines, en el que se instala una fuente junto al Camino Real, y la fuente de La Giralda es trasladada junto al puente de La Ribera. Acabada la Guerra de Independencia, se descubre un nuevo manantial en Becedo que acabó suministrando agua a la fuente que había en la Alameda Primera. En Molnedo había un manantial que alimentaba la aguada de los buques y un lavadero de diez caños.

En 1837 el regidor Sánchez Porrúa presenta una proposición que recogía las necesidades de la población: "Los barrios del Muelle Nuevo y Viejo, la Plaza Nueva, la Puntida, el Arcillero, la calle de la Mar, Santa Lucía, San Simón y demás de toda la parte de la ciudad desde la calle de la Blanca y la Compañía al Este, que toca la mitad del vecindario, carecen de aguas puras para el uso de sus vecinos". Más adelante, añadía: "Si en Santander existen pocas y bien distribuidas fuentes, su forma y aspecto, además de ofender a las reglas del buen gusto luchan con la comodidad de las personas que acarrean a sus moradas las aguas de uso diario. Hace un año que se emplearon gruesas sumas en la construcción de fuentes que, sobre serlo en el nombre únicamente, ofenden, injurian y dan una triste idea de la población. Hace pocos meses que se han establecido otras dos dignas más bien que de aquel nombre, el de mausoleos o cenotafios. Están como en un sótano o caverna". Además, Sánchez Porrúa pedía la creación de una plaza de fontanero municipal "bien dotada sobre el supuesto de escasear los profesores de esta arte, que pudiera venir de Barcelona o Madrid".

El elegido fue Ángel Zavaleta, quien en 1838 presenta un estudio en el que desecha la disposición de las fuentes que en ese momento había en Santander por no ser apropiadas y porque el agua que manaba de ellas contenía sales térreas ya que la captación de aguas era prácticamente superficial. En 1846 las fuentes que había en Santander eran las del Peso, del Río de la Pila, del Río Nuevo, la Alameda, Cañadío, Santa Clara y el Puente, el Cubo y Molnedo, insuficientes para la ciudad ya que se calculaba que se necesitaba el doble del caudal proporcionado por todas ellas. En 1850 el ingeniero Calixto de Santa Cruz presentó un estudio en el que proponía conducir el máximo de agua desde Molnedo a la ciudad, reemplazar las cañerías existentes por otras de hierro colado, abrir pozos y galerías en donde brotaban los manantiales que surtían las fuentes del Río de la Pila y del Matadero y el llamado Río Nuevo, levantar las fuentes del nivel en que se hallaban, construir dos lavaderos y establecer depósitos para incendios y fuentes y abrevaderos en los límites de la ciudad.

Fuente en el Río de la Pila (1900)

Este estudio es tomado en consideración y se adjudica un presupuesto de 90.000 reales para su realización. Entre las obras realizadas estaba la instalación de una fuente en la plaza de la Aduana surtida con aguas del manantial del Río de la Pila. Sin embargo, el arquitecto que la diseñó no tenía nada de artista y la fuente pasó a engrosar la lista de horrores que unos años antes había denunciado Sánchez Porrúa. Esta fuente enseguida fue bautizada como la "fuente del monstruo".


Fuente en la plaza de la Aduana (1900)


El proyecto de Santa Cruz se quedó pequeño ya que en 1863 se recurre al ingeniero de minas José Navarro, a quien se encargó un estudio sobre la posibilidad de abrir nuevos manantiales o de practicar pozos artesianos. En su informe, entre otras cosas, Navarro dice lo siguiente: "[...] El terreno en que yace la ciudad es de sedimento, es decir, compuesto de capas o estratos; éstos son calizas y areniscas deduciendo que debajo deberían hallarse las capas de margas y arcillas, etc., que constituyen dicho terreno; existen, pues, capas permeables que son las calizas por sus grietamientos y hendiduras y las areniscas; debe haber también capas impermeables, pues las fuentes hoy existentes nos prueban su existencia, sin las cuales aquéllas, por los principios expuestos, no podrían existir [...]". Navarro creía que, además de las corrientes superficiales que alimentaban las fuentes, debían existir corrientes a más profundidad que producirían fuentes ascendentes en cuanto se perforasen con una sonda.

También decía que en Las Llamas existían manantiales procedentes de una corriente interior y que las condiciones geológicas del lugar y de la ciudad eran las mismas, por lo que podrían perforarse pozos artesianos y conducir sus aguas a Santander por medio de galerías que atravesaran la colina del Alta.


Un poco de historia (LXV). El suministro de agua a Santander (II)
Un poco de historia (LXIII). La avenida de los Infantes