En la tarde del lunes 17, el alcalde de Santander, Emilio Pino, propuso construir, en los espacios disponibles del centro, barracones provisionales en los que pudieran instalarse todos aquellos comerciantes que hubieran perdido su negocio en el incendio. Una semana después se iniciaron las obras de dichos barracones. Eran construcciones sencillas, por lo general de una planta, con almacén y servicio en la trastienda. Estaban construidos en ladrillo revocado y con tejado de uralita o tejas y todos contaban con suministro eléctrico y ventanas que hacían las veces de escaparates. Los comerciantes pronto empezaron a decorarlos con los rótulos de sus negocios.
En menos de dos semanas se presentaron en el Ayuntamiento más de 250 solicitudes de apertura. Los barracones eran asignados por la Junta de Socorro, constituida a raíz del siniestro. En la recién bautizada plaza de José Antonio Primo de Rivera (actual plaza de Pombo) se construyeron tres largos pabellones en los que se abrieron 52 comercios, cada uno de los cuales tenía cuatro metros de fachada y once de fondo. Se construyeron más en la plaza del Príncipe, y en la calle Obispo Plaza García se construyeron seis de mayor tamaño. En la calle Jesús de Monasterio, en el solar del Pabellón Narbón se construyeron 16 más, y en la Alameda Primera se situaron unos cuantos alineados hasta el inicio de la calle Burgos (como se puede ver en la primera foto superior). Se construyeron más al costado del Ayuntamiento, en el solar en el que estuvo el Convento de San Francisco, y en los Jardines de Pereda (segunda foto superior).
Al mismo tiempo empezaron a realizarse las labores de demolición controlada de los restos que quedaban en pie. Gran parte de dicha labor la realizó del Regimiento de Ingenieros de San Sebastián. Para dar suministro eléctrico a la ciudad se instalaron grupos electrógenos, así como teléfonos en tiendas de campaña. Se movilizaron todos aquellos medios que pudieran servir para el transporte de escombros (burros con cestos, carros de caballos, camiones, etc.), ya que el desescombro era urgente y era el paso previo para el nuevo planteamiento parcelario de la ciudad y para la reutilización de todos aquellos materiales que pudieran emplearse en la construcción de los nuevos edificios (ladrillos, piedras, etc.). El jueves 20 se publicaron las normas según las cuales los propietarios y vecinos de los edificios siniestrados podían proceder al desescombro de los mismos.
En la primera foto superior se puede ver el derribo de una fachada en la calle Lealtad, y en la segunda foto se pueden ver labores de desescombro en la calle Cádiz.
Pese a estar recién salida de una guerra, España entera se volcó en el auxilio a Santander, enviando pan, comida y ropa, siendo este esfuerzo completado con una Suscripción Nacional para recaudar fondos. También se volcaron en la ayuda los montañeses y demás españoles establecidos en América.
En la primera foto se ve a un grupo de bomberos accediendo a la plaza Vieja desde La Ribera, mientras que en la segunda se puede ver a un grupo de soldados realizando tareas de desescombro.
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