Acaba de ser abierto al público el refugio antiaéreo situado en la Plaza del Príncipe y para visitarlo hay que reservar hora en la Oficina Municipal de Turismo. El refugio fue construido en 1937 y sólo estuvo en uso unos meses, pues dejó de emplearse el mismo año 1937, cuando las tropas nacionales entraron en Santander, que hasta entonces estaba en el bando republicano.
El refugio fue descubierto en 2006, en perfecto estado de conservación, durante las obras de remodelación de las plazas de Velarde y del Príncipe. Está construido en hormigón y consta de varias galerias conectadas entre sí. Se construyó de este modo para que la onda expansiva de las bombas afectara lo menos posible a quienes se refugiaban en él.
El acceso original era por dos escaleras que se conservan pero que por motivos prácticos y de seguridad no están accesibles. Para acceder se ha construido una escalera más cómoda dotada de plataforma para sillas de ruedas. La visita al refugio es guiada por una arqueóloga que hace las veces de guía y relata de forma muy amena y didáctica cómo se construyó el refugio, las normas de uso, cómo se produjeron los bombardeos a Santander, etc.
La visita está complementada con la proyección de videos con imágenes de la Guerra Civil en Santander, planos de los refugios construidos en Santander, y con testimonios de personas que vivieron esa época y recuerdan cómo era la vida esos días y la construcción del refugio.
Al inicio de la visita la iluminación dentro del refugio es como la que había dentro durante los bombardeos. En un momento de la visita se escucha una sirena antiaérea, el ruido de los motores de los bombarderos que se acercan, el silbido de las bombas al caer y el retumbar de las explosiones. Al explotar las bombas las luces parpadean y el suelo y las paredes tiemblan. El efecto está muy bien conseguido y es sobrecogedor.
En las galerías hay algunas sillas orginales de la época y unas vitrinas en las que se expone un traje completo de piloto alemán, una foto de una casa de la calle Alta bombardeada, con escombros auténticos en el suelo, y un cenotafio, escrito en alemán, dedicado a dos pilotos alemanes que se estrellaron en el campo de aviación de La Albericia y que fue descubierto enterrado.
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