La limpieza de la ciudad
Uno de los principales problemas a los que se enfrentan las ciudades es el de la limpieza de sus calles. En el caso de Santander, ya en el siglo XVIII el problema de la limpieza de las calles era de tal magnitud que el alcalde, don Manuel Francisco de Cevallos Guerra, conde de Villafuerte, diseño un plan para fomentar la policía y limpieza de las calles. En dicho plan Villafuerte hacía la siguiente observación: "Sin que por ningún caso se vean montones de broza en dichos sitios ni tampoco en las calles cerradas donde ahora se hallan con horror balsas de inmundicia capaces de pestiferar el pueblo y hacerle abominable a todo forastero".
En esa época aún persistía la ancestral costumbre de arrojar el agua sucia por la ventana, algo que Villafuerte también quería evitar y para lo que proponía "señalar sitios para hacerlo de noche, desde las ocho o las nueve en adelante". El plan también proponía "no permitir cerdos ni aves por las calles, ni basuras en los portales, que deben limpiar los habitantes".
Los barrenderos dispondrían de "carros de cuba y otra pieza a modo de cajón" para depositar la basura en lugares señalados previamente. Cada barrendero tendría unos haberes de seis reales al día además del beneficio de los abonos. El barrendero que mejor y con más celo desempeñase su labor a lo largo del año sería premiado con diez pesos.
Sin embargo, había un problema. El puesto de barrendero tenía una baja consideración social entre los habitantes de la ciudad, por lo que no había interesados en ocuparlo. Villafuerte, sin embargo, respondíó así: "Que pudiéndose lograr del destierro de la preocupación dimanante en la ciudad contra el oficio de estos encargados de la limpieza que llaman barrenderos, cuya ocupación está bien acreditada en otras partes, pues la ejercen labradores honrados, se saque a remate el alumbrado y limpieza […]". Por lo descrito en antiguos documentos, había calles que eran auténticos muladares.
Para escribir esta entrada he utilizado como documentación el libro "Santander. Biografía de una ciudad", capítulo V, de José Simón Cabarga. Centro de Estudios Montañeses (1954).
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